En su mensaje por Fiestas Patrias Alan García ha anunciado la previsible largada a la temporada del gasto extensivo, previo a las elecciones del 2011. A lo largo de los tres primeros años de este gobierno el país contó con una coyuntura internacional de precios de las materias primas (especialmente minerales) excepcionalmente buena y la administración aprista creó un fondo destinado a financiar una política de gasto social para el último tramo de su mandato, que permita hacer más tragables las reformas neoliberales y enfrentar con un buen pie las próximas elecciones. Es una constante que cuando un gobierno cuenta con buenos precios para las materias primas cimente su prestigio utilizando los recursos adicionales así logrados en gasto e inversión. Es el caso de Ramón Castilla y el guano, a mediados del siglo XIX, y de Manuel A. Odría y los elevados precios de los minerales, a mediados del siglo XX.
Hasta aquí, el talón de Aquiles del Estado ha sido su escasa capacidad de gasto, que hizo fracasar los arrebatos presidenciales anteriores, desde el fiasco del “shock de inversiones” y hasta la reconstrucción de la zona devastada por el sismo que golpeó al Sur chico. Ahora, Alan García ha decidido que es necesario darle “participación directa” al pueblo en la ejecución de las obras, lo cual es una manera de saltar a la garrocha por encima de las limitaciones del aparato estatal. La figura que García propone es convertir a cada comunidad del interior del país (los “perros del hortelano”, que inmovilizan las tierras que debieran ser explotadas rentablemente por las grandes empresas, para los desmemoriados) en un “núcleo ejecutor de sus obras”, entregándoles directamente los recursos provenientes del canon o los impuestos, de tal manera que éstos no se queden en las ciudades o sean consumidos por la burocracia. Se invoca, asimismo, la participación de los jóvenes, organizados en “núcleos ejecutores juveniles”, en la realización de las obras. Adicionalmente, Alan García demanda que las autoridades regionales entreguen los recursos económicos a las municipalidades y comunidades. El reclamo de una actitud más dialogante y concertadora ha recibido una respuesta insólita: “La mejor manera de dialogar es entregando el dinero a los pueblos, haciendo que el pueblo mismo gaste a su favor”.
Una ventaja que tiene la propuesta que presenta García es que hay recursos para ejecutarla; se cuenta 23 mil millones de soles destinados a la inversión en el presente año. Pero el problema de partida sigue siendo el mismo. El factor decisivo, a la hora de garantizar la calidad del gasto, es la confiabilidad del aparato encargado de ejecutarlo. Y la principal traba que ha frustrado los intentos anteriores es la corrupción extendida en el aparato estatal. La multiplicación de los puntos de asignación de recursos es, a la vez, una multiplicación de las oportunidades de hacer “faenones”, y estos estarán garantizados si es que el proyecto se asigna a compañeros apristas que esperan con ansiedad su oportunidad de “hacer la suya”, antes de que se acabe el acceso al poder. Es sintomática la virtual ausencia de propuestas de García para enfrentar la corrupción, a pesar de que este es un tema que todos los peruanos consideran fundamental.
Dar participación al pueblo en el gasto es una muy buena cosa. Pero para que ésta sea efectiva se va a necesitar algo más que encargarle la administración de la plata a Nidia Vílchez y Carlos Arana.
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Tomado del Diario LA REPÚBLICA del 29.07.09. Pág. 14