Un 28 de julio sin novedad en el frente.
Juan Velasco Alvarado y Alan García Pérez tienen la culpa, por haber lanzado sendas estatizaciones en los 28 de julio, de que los peruanos creamos que los mensajes presidenciales de Fiestas Patrias son oportunidades para el ‘gran’ anuncio histórico que se vuelve pateada de tablero y le da una nueva dirección al rumbo gubernamental y al país.
La verdad es que no tiene por qué ser así, y lo mejor es que no sea así, es decir, que los mensajes presidenciales no sean otra cosa que el cumplimiento del mandato constitucional que obliga al jefe del Estado, al inicio de la primera legislatura ordinaria, a exponer ante el Congreso sobre la situación del país y las acciones que se propone poner en marcha en el futuro.
En esos términos, el mensaje de ayer del presidente García, el penúltimo de su segundo período, encajó bien con lo que manda el artículo 118 de la Constitución, un recuento de logros –que suele ser la parte más tediosa de los discursos y que en el futuro sería mejor que se convierta en parte de una memoria escrita– y el anuncio de los objetivos futuros.
Pero ni siquiera el planteamiento de dichos objetivos constituyó una novedad, pues el presidente reiteró ayer las indicaciones que dio cuando, hace un par de semanas, juró el gabinete presidido por Javier Velásquez Quesquén: “la defensa del orden democrático y salvar al Perú de los efectos de la crisis financiera internacional”. Es decir, orden e inclusión.
Las propuestas ofrecidas dentro de cada uno de estos objetivos fueron –como corresponde en un mensaje presidencial como el pronunciado ayer– bastante generales. El detalle de las mismas debiera corresponder ahora a la presentación que, dentro de las siguientes dos semanas, debe realizar ante el pleno del Congreso el nuevo Consejo de Ministros con el fin de exponer y debatir la política general del gobierno y solicitar una cuestión de confianza.
Pero tampoco deben esperarse muchas novedades de esa oportunidad, pues el gobierno parece, cuando empieza su cuarto año y como fue evidente en el mensaje de ayer, que no tiene mucho entusiasmo por lanzar nuevas políticas o reformas en sectores cruciales, sea porque ya se le acabaron las ideas o porque no quiere comprarse pleitos nuevos.
Para mal o para bien, el gobierno seguirá durante los dos años finales de manera similar a como fue en los tres años iniciales. El problema es que los conflictos sociales van a aumentar y esto puede complicarle las cosas. Lo bueno es que a más tardar en el verano que viene, la temporada electoral se dejará sentir y eso le dará un respiro a la administración del presidente García.
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Tomado del Diario LA REPÚBLICA del 29.07.09. Pág. 10