Como era previsible, este mensaje a la Nación se mueve más o menos en el mismo campo semántico que el anterior: una carrera por superar carencias y alcanzar metas. La real novedad de un año al otro es que el proceso ahora se da bajo una doble amenaza: los efectos de la crisis internacional y los agentes del desorden político.
Sobre lo primero no se dijo mucho. Después de todo el Estado se siente protegido por sus reservas y su administración central de los recursos, y los efectos negativos están acumulados en el sector privado o la economía de las personas. Lo segundo, el desorden político, fue tratado con guantes de seda, y alguna discreta disculpa al paso.
La acumulación de ofertas de cambios sustantivos (en este caso llamadas reformas) hizo que este pareciera más un discurso de primer año de gobierno que de tercer año. Algunas ofertas de cambios fueron interesantes, otras sonaron muy conocidas, en especial las que consisten en asignarles más dinero a problemas que quizás requieren medidas adicionales.
Acaso lo más inquietante haya sido escuchar a un orador eximio como Alan García encorsetarse en un género de discurso que hace ya mucho tiempo que no comunica nada. El mensaje a la Nación no le brinda al país una imagen útil de sí mismo, sino un informe del debe y haber de un gobierno en funciones, que no es ni remotamente lo mismo.
Si hubiera que reducir las casi dos horas a una frase, esta sería: estamos trabajando. Lo cual es efectivamente cierto, pero no sirve para romper la barrera psicológica entre lo que la población ha obtenido y lo que ella desea. A pesar de sus llamados a la autoestima y el optimismo, el propio presidente no sonaba exactamente así.
Es insólito que haya llegado el día en que García da la impresión de necesitar un buen redactor de discursos para hipnotizar a ese gran salón que es la atención nacional. Su celo administrador y productivista lo ha llevado a reducir los datos sociales (la pobreza, pero también la prosperidad) a cifras en las cuentas nacionales.
En medio de todo esto, algunas propuestas que producirán polémica: doble vuelta en elecciones regionales, renovación del Congreso por mitades, más dinero directamente en bolsillos populares, la revisión de un par de contratos con empresas extranjeras. Todo esto perdido por entre el cúmulo de kilómetros, hectáreas y unidades construidas.
En cuanto al momento político, da la impresión de que García considera que lo peor en términos de ola de protesta ya ha pasado. Lo cual contrasta con las esperanzas de un sector de la oposición sobre un segundo semestre caliente. Este cálculo, de si habrá un Niño político o no, es en efecto lo que va a definir el resto del 2009.
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Tomado del Diario LA REPÚBLICA del 29.07.09. Pág. 6